lunes, 26 de marzo de 2012

6.- Cantemos a La Paz ( “Shir LaShalom”)

La historia breve del Estado de Israel y la Shoa previa, fueron determinantes en las maneras de sentir, pensar y actuar entre los judíos de la Diáspora. Cuando un pueblo se da a si mismo instituciones educativas, o cuando se esbozan estrategias políticas o ideológicas hay valores que reinan por sobre todas las cosas. La visión profética de Paz y Justicia fue una de ellas, al menos en los comienzos de este extraño vínculo entre Israel y la Diáspora. Por décadas, Israel le cantó a la Paz. En verdad, no se puede vivir sin esperanzas, y en ese sentido, cuando se tiene hijos, uno no puede condenarlos a heredar una guerra sin fin, o una eterna no Paz, por generaciones y generaciones. Israel construyó en su fundación una actitud de Paz entre los Pueblos en la vida cotidiana de sus instituciones educativas y siempre criticó los modos agresivos y bárbaros que llegaban desde sus países vecinos. Los niños en las escuelas y los adultos en las concentraciones políticas le cantaban a la Paz. Y en la Diáspora, el pueblo judío soñaba con la Paz. Era un valor fundamental del bagaje cultural. Parte de la vida misma, dentro de cada familia. Beguin recibía a Sadat en Jerusalem. Arafat se presentaba en la ONU a hablar de coexistencia entre los pueblos. Incluso el conflicto del Medio Oriente todo, no se leía como una confrontación de religiones, habida cuenta que hasta el mismo Arafat era un líder secular, y no el representante de un movimiento religioso musulmán. Había odios, pero el Islam no podía ser fácilmente utilizado en las diatribas para justificar una Jihad, que no había. Había que construir no se qué puente para que dos Pueblos tuvieran dos Estados y que convivieran en paz. Pero algo se quebró cuando alguien asesinó a Itzjak Rabin. Rabin fue asesinado por un judío que creía tener el permiso porque un sector religioso le dio vía libre. Una campaña pública y salvaje de meses desde un sector (mínimo) de la religión judía en Israel, que justificó el asesinato de cualquier líder que se atreviera a entregar la Tierra de Israel. Porque Rabin empezaba a declarar que había que devolver Territorios por Paz. Rabin fue asesinado sobre el final de una concentración política donde se cantaba Shir LaShalom, una tradicional canción donde se urge a trabajar por la Paz. Después de cantar a coro, Rabin bajó las escalinatas del escenario y allí fue baleado. Y con su muerte se llevó a la tumba todos los acuerdos firmados con los palestinos, para que en la Franja de Gaza tuvieran un puerto y un aeropuerto, como para decir algo. Algo se quebró: del discurso que urgía a construir la coexistencia se pasó al discurso sobre la seguridad. Nos robaron las esperanzas de Paz, de las cuales ya nadie habla en el siglo XXI. Alguien pensó que si los israelíes y los palestinos no podían convivir, pues entonces hagamos un Muro de Separación. Nadie se atrevió a decir públicamente que ese Muro a construir transcurriera entre los viejos límites de la Israel de antes de la Guerra de los Seis Días, aunque de hecho debía serpentear esa frontera que solo figura en viejos mapas. Quizás algún día seria la frontera de un Israel pequeño pero fuerte, y sin territorios ocupados. Sin embargo, el Muro de Separación se convirtió en Muro de Seguridad, solo a los fines de que los palestinos no practiquen tiro al blanco con los autos que circulan por la autopista lindera al Muro. Alguien nos robó una ética de Paz y Justicia para ambos pueblos, ya no se encuentran esas palabras en los diarios y el pueblo israelí discute si no hubieran debido tirar el doble o triple de bombas sobre el Libano o Gaza. Hay un pensamiento subyacente peligrosísimo en la nueva forma de vivir en el Medio Oriente: si no los podemos matar a todos, al menos démosle una lección que no se olviden por muchos años, cada tanto la necesitan. Que nuestra reacción sea tan contundente como la de un loco de temer. Que nos tengan miedo. Y eso porque si el conflicto se reduce a que somos dos vecinos de departamento a los que solo nos separa el pasillo del hall del edificio, si él me tira con una pistola, yo respondo con una ametralladora, y si él contesta con una granada, tirémosle un bomba o mejor un misil, siempre elevando el nivel de conflicto, apostando a mostrarme el más poderoso obligando al vecino a rendirse ante mi superioridad. Que nadie me acuse de puerilidad, si digo que finalmente, en el fondo del movimiento de atentados y represalias, de helicópteros y F-16 para responder a los cohetes caseros que caen en Israel, hay cierta lógica de cómo elevar siempre el nivel de conflicto hasta que el otro no aguante mas y pida tregua. La ocupación de los Territorios corrompe el alma de la sociedad israelí. Nos convierte en lo peor de nosotros mismos. Pongamos aquí, por contraposición una afirmación como “Jamás cederemos un palmo de la Tierra de la Gran Israel, que nos fue dada por Dios”. Entonces si en Israel, se escuchan afirmaciones tan contradictorias, no cabe duda que dentro de esa sociedad hay sectores que no tienen nada que dialogar de nada entre si. En la Diáspora, nos llegan los ecos de una afirmación cruel: “Jerusalem, única, eterna e indivisa”. Es nuestra, para la eternidad, nunca la dividiremos. ¿Qué piensan hacer con los árabes de Jerusalem del Este? ¿Acaso les organizaremos un "transfer" para enviarlos rumbo a Jordania? Ya no le cantamos a la Paz: en la diáspora cantamos alegres por el Mashiaj, el Mesías que está por venir. La canción dice:”Yo creo, yo creo que está por venir” (¿?). La cantamos en los casamientos entre judíos, quizás por vergüenza porque sabemos que no tenemos esperanza alguna de construir un camino a la Paz. Y con eso, nos ha sido quitada parte de nuestra identidad cultural como judíos de la diáspora, gente de paz.

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