sábado, 31 de marzo de 2012

1.- Religión. Introducción

Que la religión haya sido el núcleo duro del judaísmo en su historia de exilios, eso es verdad. ¿Cómo hubiera sobrevivido el judaísmo sin preservar su religión? Es verdad que para que algo permanezca a través de generaciones y sobreviva, alguien tiene que hacerse cargo de su transmisión, así que bienvenido sea cada grupo de hombres que a través de la historia y en cada generación, preservó la transmisión oral de los preceptos religiosos. Muchas gracias a cada uno de ellos. Esto es un asunto que vale para más de una teoría, o un grupo de creencias: alguien tiene que transmitirla, y tomarlo muy en serio. Freud se preocupó demasiado por la supervivencia del psicoanálisis, cuando anciano. Incluso imaginó quien de sus discípulos podría heredar la conducción de su movimiento de locas ideas, y en lo posible que no fuera judío, ya que el asunto antisemita venia espeso alrededor suyo. La historia demuestra que no tendría que haberse preocupado tanto… Pero siempre, alguien debe hacerse cargo de la transmisión. El Pueblo Judío tuvo la suerte de tener sus propias Escrituras Sagradas en que apoyarse. Entre otros textos, en la Torah, todo está allí, está escrito. El problema de la religión, en todo caso, es que en la historia siempre aparecen diversos grupos que deciden que el otro no interpreta correctamente “nuestros” asuntos. Digamos entonces, que en toda religión hay al menos un núcleo ortodoxo y varios otros que se arrogan una interpretación distinta. Lo que diferencia al judaísmo como religión, de otras religiones, es una particularidad que ya no es propia del siglo XXI, y es que el grupo judío, en épocas pasadas, siempre fue un grupo minoritario y oprimido, en el exilio, y entonces, el movimiento de abrirse al mundo, o a los tiempos modernos, le imprimió una marca distinta. Ya no se trata de las diversas interpretaciones de una religión, sino de cómo se adapta una religión al tiempo que le toca vivir. Para decirlo con precisión, entre la Revolución Francesa y la Revolución Industrial, hay un tironeo constante por salir de la Oscuridad de la Edad Media y abrirse a la Ilustración para “disipar las tinieblas de la humanidad mediante las luces de la Razón”. El grupo judío, segregado, y encerrado en su propio guetto, presenta un movimiento de salida al mundo, de adaptación a la Modernidad y ahí tiene que arreglárselas con las fuerzas que tienden a encerrarse en si mismo denunciando que ahí afuera no hay nada que valga la pena. Pongamos aquí como ejemplo las angustias y vicisitudes del pobre Tevie el Lechero, del Violinista en el Tejado, que le canta a la Tradición y a su Dios, por un lado, mientras que su hija mayor se escapa con un ruso no judío y se va a vivir con los suegros. Pero si esto suena a anecdotario entonces digamos, para concluir, que la religión judía confrontó varios siglos con dos movimientos contradictorios, a saber: “no queremos adaptarnos a Eso que pasa ahí Fuera”, o, “Salgamos al Mundo a convivir con lo Nuevo”. El movimiento ortodoxo, para el cual no hay nada más que hacer que estudiar los textos sagrados, representa a esta fuerza centrípeta para la cual no existe otra cosa que rezar y respetar los preceptos. El movimiento conservador y el reformista, en el judaísmo, son las corrientes que surgen por esa fuerza centrifuga que cree que vale la pena vivir en el Mundo y adaptarse a otras formas de vivir en general, y de practicar la religión a su manera, por otro. Para estos movimientos religiosos la Ley Judía no se encuentra solo en los textos sino mas bien en la dinámica interacción entre Dios, la historia, el Texto Sagrado, la Narrativa tradicional y el mismo pueblo como algo vivo, sin dejar jamás sus convicciones acerca de la Igualdad, la Libertad y una actitud abierta a la sociedad. Quien escribe estas líneas, se declara secular, y a un costado de estos asuntos. En realidad, para un judío que no practica la religión, basta decir que cada quien haga lo que más le guste, mientras no vengan a decirme que debo hacer con mi condición judía. Más aun, no vengan a decirme que no soy “un buen judío”. Para un ortodoxo, un judío que no practica, es alguien que se ha desviado y está perdido y lejos del rebaño, y siempre estará dispuesto a recibirlo nuevamente, si es que vuelve a acatar sus preceptos. Bienvenido seas nuevamente a condición de volver a la kashrut, entre otras obligaciones. Como judío secular, o humanista, prefiero confesar que lo mío es “la libertad de la religión”, a saber, que no me vengan a imponer vuestra visión del mundo judío, porque la mía vale tanto como la vuestra. Se me dirá que no se entiende: ¿acaso la religión puede imponerme alguna cuestión?: pues bien, digamos que la religión puede venir a imponer sus modos de ser judío en los puntos clave de la vida, el nacimiento, el casamiento y la muerte, donde vienen a imponer sus normas y a decir que no hago lo que corresponde. ¿No se entiende? La vida judía en el siglo XXI, sigue pivoteando entre dos realidades, que en la historia del judaísmo, se mantienen desde hace poco más de 50 años. Hay Israel y diáspora. En Israel, la religión se ha hecho fuerte en la política interna y ha logrado no dejar avanzar el casamiento civil, entre otros, no hay transporte público en sábado y los rabinos mantienen el poder de inmiscuirse en asuntos privados a lo largo de la vida de sus ciudadanos. En la diáspora, alcanza con citar la comunidad judía argentina, donde el sector religioso logró ganar la conducción de la AMIA, preservando así el poder de la religión en las instituciones, en desmedro de los judíos que viven por fuera de la religión. En la vida judía, hay por un lado, una tensión permanente entre los diversos grupos de la religión que luchan por el predominio de la visión “oficial”, y en la medida que prevalece la versión ortodoxa, los judíos que viven por fuera de la religión quedan, en distintas situaciones de la vida cotidiana, a merced de su “práctica ortodoxa” y sus normas.

1 comentario:

  1. Fuera de algún error de ortografía, está muy bien escrito y se lee de un tirón, sin que eso signifique que resulte totalmente racional o entendible. Sería raro que lo fuera, porque la fuerza emocional que propulsa el texto tiene más caballos de fuerza de lo que resiste su chasis lógico. Pero el esfuerzo de claridad y dialéctica que te mandás para que no salte todo en pedazos es formidable. Y se esté de acuerdo o no, se entienda o no, se esté lejos, cerca o fuera del tema, la escritura misma resulta apasionante. Está BIEN escrito.
    Imposible no cuestionar una de tus afirmaciones más audaces: ningún pueblo del mundo suscitó más deseos de exterminio en otros pueblos que el judío. No es cierto. Y la prueba está en los miles de pueblos que desaparecieron totalmente, con historia, idioma, cultura, tradiciones, cocina, arquitectura, instituciones, todo, a manos de invasores de sus territorios. Si los judíos sobrevivieron -o sobrevivimos, si me considerás judío- a dos mil años de exilio fue justamente por el exilio: al no tener territorio era imposible exterminarnos a todos. Los indios ona y los yaghanes, que también se consideraban a su modo elegidos, no tuvieron la suerte de estar diasporizados, y por eso están muertos. Si llevo a fondo mi razonamiento, la posibilidad de supervivencia futura del judaísmo -sin definir siquiera qué es el judaísmo- está más en la diáspora que en Israel.

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