viernes, 30 de marzo de 2012

2.- Religión en Israel

Israel es un país democrático desde su fundación. Al menos, para sus ciudadanos de fe judía, que son mayoría. Ben Gurion consideró al sector religioso ortodoxo un segmento que había que apoyar y subvencionar. Jamás imaginó que crecería exponencialmente al punto en que hoy día hay tensiones permanentes entre la sociedad israelí secular y la religiosa. Hay un núcleo ortodoxo que se dedica a estudiar y sus hijos no entran en el servicio militar. Jerusalem los tiene apiñados en barrios ortodoxos, donde han llegado a imponer que el transporte público tenga asientos separados para hombres y mujeres. Las mujeres van atrás del autobús. En esos barrios, los carteles anuncian que el rabino tal le informa a sus seguidores, que la marca de rouge que venden en la esquina, y que está avalada como kasher por el rabino cual, le resulta sospechosa, no la compren. Cada grupo viste distinto y sigue a su rabino. Hablan en idish. Corren en las vísperas del sábado para recibirlo como corresponde. Esos grupos, los más fanáticos, no reconocen la ley israelí ni la policía, ni las políticas de vacunación. Para ellos no existe la TV, ni la Internet. Si una mujer observante es violada, y su marido es un “cohen” (hay tres castas con distintas obligaciones y derechos en torno a la religión), decíamos, si es un cohen, el marido, según las normas, debe despreciar a su esposa y divorciarse de ella. Si un hijo de una familia religiosa, decide apartarse de la religión, se lo da por muerto. La hija que se mude a un vecindario no religioso para hacer una vida distinta, jamás volverá a recibir un gesto de ternura de su madre o de su familia, lo dicho, no existe más, salvo que “vuelva” a la religión. Jerusalem no es la única ciudad que cuenta con barrios religiosos, los hay en otras ciudades. En esos barrios, los viernes a la noche y los sábados, hay bloques de concreto que bloquean la posibilidad que alguien entre en auto por allí. Así como mencionamos los barrios religiosos de Jerusalem y algunos otros en distintos lugares de Israel, hay un segmento de población, ortodoxa, y al menos no tan fanática en su vida cotidiana: no es la intención aquí de decir que todos los ortodoxos en Israel son igualmente fundamentalistas como los mencionados aquí más arriba. Los hay, y muchos, ciudadanos israelíes ortodoxos que están integrados a la vida social y la red laboral, y guardan en su privacidad el respeto por los preceptos. Pero dicho esto, digamos que en todo Israel no hay transporte público los sábados. Los shoppings están cerrados, salvo quizás algún bar al fondo que abre a riesgo de ser multado por la municipalidad, si es que esa municipalidad está gobernada por un intendente religioso. A la hora de votar, los ortodoxos han recibido la orden de su rabino y se los ve llegar por cientos a la mesa de votación, nadie se equivoca, todos votan por su partido político, y eso nos lleva… a que en el sistema político israelí más de un partido religioso hacen coalición con el partido que sube al gobierno, a cambio de que sigan aumentando las subvenciones a su sistema escolar, y sus instituciones. Eso y que ni se le ocurra al gobierno de turno implantar el matrimonio o el divorcio civil. El divorcio es un asunto en manos de los rabinos. Los cementerios están a cargo del ministerio religioso, y que no se les ocurra a los conservadores o reformistas que tienen derecho a un pedacito de la torta. Y a la hora de votar por el reconocimiento de los derechos del pueblo palestino, es evidente que les importa poco y/o amenazarán con irse de la coalición (y que se caiga el gobierno, a quien le importa. Israel desde su nacimiento hace cumplir una Ley por la que cualquier judío de la Diáspora tiene derecho a ser recibido con derechos suplementarios. La entrada de esos judíos, históricamente, no ha sido controlada estrictamente por la autoridad religiosa. Entraron a Israel más de un millón de judíos de la Unión Soviética. Muchas madres solas con un hijo. El hijo en el servicio militar muere en un accidente o en guerra, y el rabino militar impone su estricta definición de quien es judío o no; el pibito de origen ruso en muchas ocasiones, no es reconocido y no tiene derecho a ser enterrado en cementerio militar (un honor incuestionable para una sociedad como la israelí). En la vida cotidiana de la sociedad israelí no pasa todo por esta cuestión, y tampoco Israel es una “teocracia”, en verdad, eso sería una exageración. Pero nadie puede negar que la influencia de la ortodoxia religiosa en la vida israelí ha crecido en las últimas décadas, en vez de estar encapsulada en sus propios límites. Un ciudadano de Tel Aviv podría argumentar que su ciudad es laica y libre de estas presiones. En verdad, la ortodoxia judía es minoritaria en Israel, y el segmento de los que votan partidos religiosos es solo una porción de la población. Pero en líneas generales, la religión tiene un peso mayor en Israel que en otros países: hay una gran mayoría de ciudadanos que creen en Dios y practican los preceptos. Una encuesta reciente mostró que eso va en aumento y que más de un 80% de la población contesto con un Si a la pregunta de si hay Dios. Igual respuesta y porcentaje obtuvo la pregunta de si “usted considera que somos el pueblo elegido”. Y si la ortodoxia judía se dedica a estudiar los textos sagrados, hay otro segmento religioso más militante: son los llamados “colonos”. Son una versión moderna, americanizada de la ortodoxia, (no visten de negro, y portan fusil automático, por las dudas); crecen y creen con pasión en la Gran Israel, y defienden el derecho a vivir en lo que llaman Judea y Samaria, que justamente es parte de los territorios administrados u ocupados por Israel después de la Guerra de los Seis Días. Territorios que nunca serán anexados por Israel, porque el número de palestinos que viven allí, deberían ser declarados ciudadanos israelíes (un imposible, porque cambiaria el equilibrio demográfico entre judíos y árabes en el país). Los colonos se resisten a toda orden de desalojo emanada por la Corte Suprema de Israel, cuando se trata de establecimientos ilegales (algunos, pocos), y hay que verlos a golpes de puño con la policía y el ejército. Son de temer y su ideario influye en la política israelí, siendo ellos mismos, el meollo de la cuestión de cómo hacer para que haya dos Estados para dos Pueblos. Aliados de la derecha política, son fanáticos religiosos que defienden con pasión delirante su derecho a la Tierra Prometida, entre el Tigris y el Eufrates.

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